He de reconocer que hoy tengo el día tonto. De hecho si esperáis una entrada sobre cicloturismo os recomiendo que no sigáis leyendo…
El hecho es que la lluvia de mensajes sobre la despedida de Desi de hace unas semanas ya me hizo ver que me había perdido uno de esos acontecimientos que uno no debe perderse.
Por lo tanto, la boda de Desi significaba uno de esos puntos de inflexión donde te das cuenta de lo bien que te lo has pasado en otras épocas y que a pesar de todo el tiempo pasado, y con algunos años más, seguimos formado un grupo muy muy recomendable.
Si a todo esto le uno el contacto recuperado en los últimos tiempos gracias al Facebook o al twitter, las ganas con las que me presenté el sábado por la tarde en la antigua “Bellota Charra” eran enormes.
La velada fue fantástica. La boda fue en la Catedral y la cena en el casino así que andar, lo que se dice andar, no andamos mucho. Cantar, cantamos un rato y a pesar de la falta de ensayos (ya se encargaba Emilio de recordármelo) más o menos se puede decir que me defendí de manera regular (es decir, disimulando con experiencia la falta de tino con las notas). Me faltó eso sí el baile de panderetas con Joshua que dejaremos para mejor ocasión porque uno tiene que ir poco a poco entonándose de nuevo. Queda pendiente.
La próxima será con la tuna de León para comer el típico cocido Maragato. Aquí sí que hace años y años que no voy y este año tampoco quería faltar. Y luego la cena de Navidad de la Universitaria que ya me he comprometido a ir. Vamos, que si no fallo a ninguna de las dos habré salido de tuna en un mes más que en los últimos 8 años.
Además uno se da cuenta que a pesar de las historias de cada uno, cuando estamos de tuna se forma como un microclima donde no existen problemas y donde simplemente nos lo pasamos bien hablando, cantando y recordando certámenes, viajes o cualquier tontería que te viene a la cabeza.
